OS BÊMGATOS


Os Bêmgatos


No sabía que fueran infelices, mis padres. Al menos no a tal punto. Bueno, sí sabía. Pero era joven y, claro, estaba lo de los hermosos en su punto más álgido… Una variación genética en una familia del centro de Brasil hizo a esta gente violentamente hermosa. Septillizos. 
Evidentemente salieron modelos de ahí. Se esparcieron por el globo. Su belleza dolía. Una mitad del mundo los odiaba y la otra los idolatraba. En realidad… Bueno, al menos yo, en ese momento, creo haber sentido ambas cosas. Los hombres de esa familia eran demasiado atractivos. Acomplejaban. Mis amigos decían cosas como que estaban operados, que esos cuerpos eran puros anabólicos, etc. Por dentro todos sabíamos que no se ejercitaban nada. Así eran. Las mujeres daban muestras más extremas de admiración o animadversión hacia las chicas de la familia que eran tremendas sabrosas. Ya se imaginarán. 
Por si fuera poco, eran inteligentes, muchísimo. Eran simpáticos. Eran irresistibles. Biológicamente irresistibles. Se volvió noticia cuando una de las chicas Bêmgato salió con alguien normal. El chico en cuestión estaba embobado, por supuesto. Tenía este video blog. Era el mega hit. Mis padres peleaban y no me di cuenta de lo que ocurría hasta que, en una de las discusiones, ya más usuales y agresivas, salió su nombre: Alicinha.  También ellos tenían celos. Todos querían  con alguno de los Bêmgatos.
Las noticias: chica diosa del Brasil le hace el amor hasta matarlo: en busca. Abrí el video anexo para saber si tenían pista de su paradero. No se trataba de eso. Alicinha estaba buscando novio. Al parecer los hermosos tenían una manera brutal de amar, no sólo físicamente. La autopsia reveló niveles de endorfinas imposibles. No tenía drogas en su sistema. Había sido su primera y ultima vez con una hermosa. Los fans de su blog sabíamos que el contacto que tenía con ella era un éxtasis en sí mismo. Resultaron ser hipersexuales, amaban generar excitación y eso los prendía más. Yo tenía dieciséis años pero aun así me fui para allá. Mi madre me avisaría después que, por supuesto, mi padre había hecho lo propio. Un día ella me visitó, mi madre. Sabía que no venía por mí.
Tomé mi turno para salir con los Bêmgato. Con cualquiera. Todos lo hacían. Toda la familia era una droga, las dos hermanas y los cinco hermanos. Eran tan insaciables y asesinos, siempre sin querer, que el señor y la señora Bêmgato, que eran evangélicos o no sé qué, anunciaron que no planeaban tener más hijos.
Un día todos murieron sin razón aparente. Así. Funerales alrededor del mundo. Suicidios… Yo estaba a cinco días; me refiero a que yo y un grupo de nueve más íbamos a conocer a Pablo Bêmgato, el más cachondo de los hombres, la semana siguiente. Del grupo elegiría a uno solo. No puedo decir que no significó nada para mí saber que un día no despertó y que una horda se llevó su cuerpo con el resto de los hermanos para descuartizarlos. Alguna gente hasta engulló su carne cruda.
En los disturbios del 8 de octubre también violaron al matrimonio Bêmgato. Ninguna mujer se embarazó. La señora B tampoco. Eran feos, los dos. Feos y desagradables. Malditos envidiosos. Según recuerdo los mataron mientras paseaban por la costa cuando ya había un fenómeno mejor. Una manera nueva de morirse con belleza.
Un nubarrón de silencio, un unisono de culpa golpeó al mundo y todos dejamos de lado el episodio.
No sé por qué empecé hablando de mis padres. Ya hasta regresaron. Deben haber entendido que a ellos jamás los iban a pelar. Mi madre se pintó el cabello de morado igual al de los hermosos. Todos lo hicieron. Sí, yo igual. Eso fue hace diez años ya. A veces pienso en Pablo mientras me masturbo y luego lloro. No debió morir así. Él debía morir conmigo.












OS BÊMGATOS, en Revista Penumbria 18, pág 62. (2014).

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