SÁÑEZ

Estaba en la secundaria, tendría unos 13. Los maestros se empezaron a salir a hablar en los pasillos. Luego nos dijeron que bajáramos a ver una televisión. "Es la Tercera Guerra Mundial", "Nos van a atacar porque somos sus vecinos." Llegar a casa. Ver las torres caer y las explosiones a las que estaba acostumbrado por las películas de desastres y de invasiones extraterrestres eran reales. El horror era real. Ningún adulto tenía idea. Los locutores estaban atónitos. La gente lloraba. "Si ESTADOS UNIDOS está siendo atacado, nadie en el mundo está a salvo". Con las torres el país que yo crecí viendo como el más grande de todos cayó dos veces: Con los atentados, todo su poderío en el imaginario social. Pero, sobre todo en la mente de un niño, los días subsecuentes, con la furia de Bush, la guerra falsa, el racismo, las invasiones.. Esa sombra de ceniza se les quedó en la cara por siempre, para mí. (De morro dibujaba las portadas de mis libretas de la secundari

El cuerpo es sólo un recipiente de nuestra conciencia. Si ella no existe o si ella no existe más, dicho cuerpo no es sino una masa orgánica. No hay humanidades preconstituidas ni las hay residuales. No hay personas por surgir ni personas en ausencia. Hay ser o no ser.